sábado, 18 de septiembre de 2010

YO NO FUI



Don de gentes, amigo de sus amigos y ciudadano ejemplar.
Hablaba judío en la intimidad y desayunaba con niños comunistas.
Todo un ejemplo de elegancia y saber estar.
Lo que empezó como un negociete con sus amigos judíos
acabó como el rosario de la aurora.

-Chavales, voy a abrir unas panaderías en Matausen y en Ausbicht.
Necesito personal cualificado.

-Pero si no hay nada allí, hombre, Adolfo. Ten cuidado y no te metas en berengenales que luego te llevas las manos a la cabeza.

-Está todo pensado, Daviciño, no te alarmes. Pienso poner unos hornos industriales
y unas duchas para los empleados... No vais a querer abandonar el lugar.
Además, tengo pensados unos uniformes a rayas para el personal que no os los vais a querer quitar.

-Pe-pero, tendrás que invertir mucho dinero para sacar adelante un negocio así.

-Lo tengo todo pensado: mis empleados serán mis socios. Pondré seguridad para que los clientes no enloquezcan de lo rico que va a estar el pan. ¿Cuento con vosotros?

-Adolfo, baja el arma, no hace falta que me lo cuentes apuntándome.

-Pero si es de chocolate, hombre.
Venga, ponte el pijama y a trabajar, granujilla.

Con el tiempo, las relaciones se deterioraron entre Adolfo y la comunidad judía, la pistola ya no era de chocolate y en el horno se estaba muy calentito...
















No hay comentarios:

Publicar un comentario